viernes, 16 de octubre de 2009

15/10/09

Noche. Calle. Cuerpos. Frio. Ansias. Espera.

El escenario vacio se fue llenando con las mismas trés silabas, siete letras, una palabra..trés sílabas, siete letras, una palabra, sonidos articulados pronunciados por la multitud sedienta que clamaba a una voz el asesinato del silencio para aturdirse con las señales mágicas conocidas...la parafernalia, los gritos, la división evidente que el negocio de la música fomentó no impidió que las ondas transmitidas por las cuerdas vocales fueran más fuertes e invadieran descaradamente un espacio que los cuerpos no podían comprar, el mismo donde humo, sudor y letras se vendrían a juntar.

Luego salió el flaco al escenario, ese que era gigante en nuestras cabezas, inmenso al abrir la boca que empieza a construir el mundo en distintas tonalidades. Se volvería a ir dos o trés veces (qué importa) como dándole plazo a la lenta y eminente muerte gozosa de la multitud, él era el verdugo, sus músicos los jueces que nos condenaron y nos rasgaron de a poco la piel mientras con sus dedos acariciaban las cuerdas de las guitarras; puñaladas gentiles en el pecho cuando sus notas rozaban la melodia fatal, esa misma que horas después le pondria sello propio al genocidio en medio de la orgia de palabras que se ungian apasionadamente en el poco aire que habia.

Luego, más de lo mismo, sudor, amor. Prometo escribirte una canción. Calor. El viento a favor. La espera, lo que venía. Los acordes adecuados. "Las palabras..."

Ese fue el momento de descubrir la piel y dejar que los sonidos penetraran cada pedazo de carne, cada gota de sudor que resbalaba de este cuerpo, cada hueso, cada vértebra y partícula de sangre, cada sueño desnudo que se escurria entre el mar de palabras y el humo de gente en el aire. La chispa era la adecuada para hacer arder las masas combustibles sedientas de fuego, de gargantas afónicas, de un llanto necesario que limpiara la inagotable espera que invadia cada uno de los rostros. Finalmente, un canto, sólo un canto que unía miles de almas que subian al techo sólo porque habia uno, que luego, insertas en una especie de baile torpe, se desagarraban cada músculo de sus esperanzadas carnes bañadas en sudor, "Empapadas" decía alguien acertadamente, justo trés o cuatro (qué importa) horas antes del momento sublime, el climax, el canto, el llanto, cuando en la calle las cabezas impacientes se bañaban de lluvia, deseo y delirante expectativa, las palabras no fueron avispas entonces, las calles eran más bien una autopista al infierno o una escalera al cielo..La noche simplemente olía a ansias, a quien pudo ser quiero que seas tú y gotas de cerveza en las bocas para poder apostarle una vez más al rocknroll y limar las cuerdas vocales, enfermas de palabras fútiles y rutinarias que hoy adquirian un aliento nuevo, un soplo de vida más después de morir.... a tiempo.

3 comentarios:

Pedro Cañas dijo...

Porque por hijos de puta atábamos todo, temiendo que volara al escuchar la música
Las canciones convertidas en un espacio para ser sinceros, enteros
Rodeando a una persona, agresivos, sensitivos, por una tarde de imaginar cómo seria
Saltando, cantando, amando, quizás nada, quizás todo.
Éramos eternos, montados en pasión hecha nube.
Nada, para todo, creo que es como si por cantar más alto
Más juntos estaríamos
Esa noche tuvimos tiempo para aprender a saltar más alto.

Michelle dijo...

Y los semaforos. y los semaforos.
y sus palabras, y sus escritos.
Entonces, yo me callo para escucharlo.
porque yo he fallado, sí que he fallado.

Michelle dijo...

Tu y yo muchacho.. estamos hechos de nubes.
Yo te hablé de amor y tu miraste al cielo.