martes, 6 de noviembre de 2012

Asesíname (p.1)

Hay algo que odio y es el desinterés por la palabra.

Si querías oir las frases comunes, menos mal no me escuchaste.

Siento haber echado a perder tu película de mierda Ritchie
por osar blandirte el pellejo con un verso de mierda Romero.

Ha sido una lástima sacar el cuadernillo al frío
porque no te interesa lo que te llevo.

Me pides que lo explique no sólo porque no lo entiendes
sino porque no te importa lo que pueda contener
y así tienes más tiempo para hacer otra cosa
mientras se derrama el verso por el cierzo hasta tu piel.

Crees que ya lo sabes, que en mi boca sólo hay sevicia o galanteria,
pero no tienes idea de los mundos que puedo construir
sólo con soplarte esa jetica.

Mira, no me hagas esa cara, muñequita, preciosa, mamita, nenita,
impostora, falsaria, infame florecita.

Yo conozco esa zona de comfort
y la quimera que me guía la desafía.

Tal vez después de todo
sí te rebase la idea
que asesina.

jueves, 1 de noviembre de 2012

la fiebre de un martes azul
todo por oir esa voz, lanzarme al vacío
perder el dominio del impulso,
ser tan yo que me molesta.
Las 3, las 3 agujas
cambiar lo amargo por música
dar por dar
mi voluntad es la que despierta el mundo
y hace al lienzo abrirse en el imaginario.
El mundo esté lleno de relojes y de horarios;
seguro que los días durarían más
si no fuera por estas patentes
construiríamos más puentes
así, rodando al azar
cada quien perdido en su propia representación;
sin rutina no hay afanes, no hay tedio, no hay nada
nada más que ir por ir, venir
el cuerpo ya no envejece, se afianza,
aférrase a la vida por la vida,
la muerte misma, no necesita nada.

Salomé perdonará, Estela, Mariela, Laura perdonará.
Disculpe, pero quisiera arrancarle ese gesto de la cara, falsaria.
¡Ay Jorge Francisco Isodoro! venga y me silba unos versos
así me mate la ceguera, necesito saber que usted también vivió
la fiebre del martes, el impulso del genio de Danzig,
hablemos un rato del genio de Danzig
o del genio-joven-poeta de Charleville.
Venga y me cuenta cómo es que se evade al mundo,
enséñeme el lenguaje de Palermo, lléveme por los patios, los aljibes,
mejor no diga nada, yo podría matarlo, de nada.

Si pudiera volver a algún lugar, volvería a mi niñez
a caminar por los techos de piedra
a llenar el pequeño mundo de misterios.
Volvería entonces a la disciplina
pero reinaría la calma, también.
Enclaustrado en mi imaginario
no anhelo el viaje
no tengo dioses ni horario
no espero que ninguno baje.