jueves, 1 de noviembre de 2012

la fiebre de un martes azul
todo por oir esa voz, lanzarme al vacío
perder el dominio del impulso,
ser tan yo que me molesta.
Las 3, las 3 agujas
cambiar lo amargo por música
dar por dar
mi voluntad es la que despierta el mundo
y hace al lienzo abrirse en el imaginario.
El mundo esté lleno de relojes y de horarios;
seguro que los días durarían más
si no fuera por estas patentes
construiríamos más puentes
así, rodando al azar
cada quien perdido en su propia representación;
sin rutina no hay afanes, no hay tedio, no hay nada
nada más que ir por ir, venir
el cuerpo ya no envejece, se afianza,
aférrase a la vida por la vida,
la muerte misma, no necesita nada.

Salomé perdonará, Estela, Mariela, Laura perdonará.
Disculpe, pero quisiera arrancarle ese gesto de la cara, falsaria.
¡Ay Jorge Francisco Isodoro! venga y me silba unos versos
así me mate la ceguera, necesito saber que usted también vivió
la fiebre del martes, el impulso del genio de Danzig,
hablemos un rato del genio de Danzig
o del genio-joven-poeta de Charleville.
Venga y me cuenta cómo es que se evade al mundo,
enséñeme el lenguaje de Palermo, lléveme por los patios, los aljibes,
mejor no diga nada, yo podría matarlo, de nada.

Si pudiera volver a algún lugar, volvería a mi niñez
a caminar por los techos de piedra
a llenar el pequeño mundo de misterios.
Volvería entonces a la disciplina
pero reinaría la calma, también.
Enclaustrado en mi imaginario
no anhelo el viaje
no tengo dioses ni horario
no espero que ninguno baje.



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